¿Adónde fue la magia?

No intentes mantener el equilibrio, sube a él.

En una postura de antebrazo, como en la vida, a menudo intentamos elevarnos y salir de la necesidad de control. Nos empujamos hacia arriba, por encima del torbellino de ruido mental, miedos e historias que nos mantienen atascados en una vida pequeña y convencional. Pensamos: Si lo hago bien... si me agarro más fuerte... encontraré el equilibrio.

Pero el verdadero equilibrio (y la magia que conlleva) no se consigue agarrando. Se consigue levantando la mano y arriesgando un poco.

Nos han enseñado a creer que si controlamos cada detalle, todo encajará. Desde la infancia, hemos entrenado nuestras mentes para resolver, arreglar y forzar, valorando la lógica, el análisis y la producción por encima de la intuición, la creatividad y la fluidez. Y en algún momento, olvidamos que la vida no responde al control. Responde a la presencia. Pensamos que si conseguimos que nuestra vida no se descontrole, alcanzaremos la paz y la satisfacción que tanto anhelamos. Sin embargo, pasamos por alto el simple hecho de que soltar el control es la única manera de mantener nuestras vidas bajo control.

Me encanta esta cita de Zen en el arte del tiro con arco:

"¡El arte correcto", gritó el Maestro, "no tiene propósito, no tiene meta! Cuanto más te obstines en aprender a lanzar la flecha para dar en la diana, menos éxito tendrás en lo uno y más retrocederás en lo otro. Lo que se interpone en tu camino es que tienes una voluntad demasiado obstinada. Piensas que lo que no haces tú mismo no sucede".
- Zen en el arte del tiro con arco

En la posición de antebrazo, esta verdad se hace evidente. No puedes forzar el equilibrio apretando los puños, bloqueando la mandíbula o pensando demasiado la alineación. Construyes una base estable, sí. Te preparas. Te concentras. Pero luego te elevas. Abandonas la perfección y te elevas a través de lo desconocido, a través del miedo, a través del tambaleo. Confía.

Al igual que en la vida, si sólo te centras en controlar los cimientos -si te obsesionas con si las cosas están perfectas abajo- nunca te elevarás.

La verdadera libertad, la felicidad y la magia ocurren cuando te arriesgas a despegar y sentir tu camino hacia el equilibrio. Y ese tipo de equilibrio no puede darse cuando la mente está acelerada.

Nuestras mentes modernas giran constantemente, lo que los yoguis llaman los citta vrittis, lostorbellinos de la mente. Hemos dado tanto poder a nuestros pensamientos que ahora son ellos los que mandan, manteniéndonos agitados, ansiosos y desconectados de la alegría de simplemente ser.

Pero aquí está la cosa: tú no eres tus pensamientos. Tú eres la conciencia que hay debajo de ellos.

Y al igual que en la postura antebraquial, la solución no es forzar la mente al silencio, sino centrarla. Darle algo estable en lo que descansar, como la respiración. Para subir y bajar. Así es como pasamos del caos a la calma. Del agarrotamiento a la elevación.

Cuando nos volcamos en la esterilla o en la vida, vemos las cosas desde una nueva perspectiva. Recordamos que no estamos aquí sólo para sobrevivir a nuestras rutinas, para repetir los mismos patrones día tras día. Estamos aquí para elevarnos, para expandirnos, para experimentar los rincones sutiles, misteriosos y creativos de nosotros mismos que sólo se revelan cuando dejamos de forzar y controlar.

Entra en el campo de energía donde el alma femenina se revela en toda su belleza, poder feroz y magnetismo. "Fluir es el estado de ser fluido, o estar suelto y ser flexible. El ritmo de lo femenino nos conecta con el flujo de nuestra energía individual, nuestra corriente de base. Cuando bailamos lo suficiente y durante el tiempo suficiente para deshacernos del hechizo del mundo, nuestro ritmo interior toma el control y empezamos a sentir quiénes somos de verdad y lo grande que es nuestro potencial." - Gabrielle Roth

Ya sea bailando, con los antebrazos en alto, respirando profundamente o en un momento de quietud, el equilibrio comienza cuando dejamos de luchar por él.

Así que hoy, fija tu mirada. Construye tus cimientos. Luego suéltate. Alza la mano. Levántate. Y déjate fluir.

Atentamente,

Fernanda

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